Hemos delegado nuestra alimentación a la industria alimentaria, confiándole a ella nuestra salud y la salud de aquellas personas que están a nuestro cargo. Ahora, nada se parece a los que hace más de 50 años se consumía, ha sido tanto el cambio, que el des-uso de algunos alimentos y los cruces genéticos de semillas que la era moderna ha traído, ha propiciado la extinción de centenares de años de tradición alimenticia y herencia generacional de las cocinas; al igual que prácticas y alimentos ricos en nutrientes y en sabores, los cuales han sido reemplazados por comestibles empaquetados llenos saborizantes, conservantes, colorantes los cuales se ven traducidos dentro del cuerpo en toxinas de difícil asimilación, es el caso de la tartrazina (por citar un ejemplo) color amarillo empleado ampliamente en la industria alimentaria que según los fabricantes dicen no ser tóxico en altas dosis y que las trazas empleadas por la industria no afectan la salud del consumidor. Esto no es del todo cierto, dado que son sustancias acumulativas que generan en los niños hiperactividad, tos espasmódica, trastornos del sueño entre otras consecuencias que no son visibles a los ojos de los consumidores de manera inmediata.
Dichos aditivos como los endulzases, los conservantes, los colorantes, constantemente en los alimentos, generan entre otras cosas adicción, como es el tema del azúcar (sacarosa), la cual sostiene la ciencia que es ocho veces más adictiva que la misma cocaína, por ello es de difícil suspensión por medio de la voluntad.
Hay quienes reconocen el daño causado a sus cuerpos, representados en caries, sobrepeso, diabetes, cáncer y otras patologías consecuencia de su exagerado consumo, pero reconocen la dependencia y difícil solución a este tema. Para terminar de complejizar, la industria alimentaria ha logrado “camuflar” el azúcar en alimentos donde sus etiquetas no la mencionan o los mencionan en terminología que los consumidores no identifican como por ejemplo, malto dextrina, malto dextrosa, sorbitol, sacarina, aspartamo, sucralosa, neotame, acesulfamo entre otros que son de difícil pronunciación. Por esto, es indispensable que la población empiece a generar consciencia sobre su propia alimentación y no delegar en la industria un tema tan delicado y con tantas consecuencias como las que en la actualidad se están evidenciando.